Hay cosas que me tocan mucho las narices, sobre todo el hecho de mentir a sabiendas que lo estás haciendo. Tiene pase si lo haces por desconocimiento, pero el colmo está en la desfachatez incluso de decir que estás mintiendo en el mismo artículo en el que lo haces.
Todo esto ocurre en el artículo de cabecera del segundo volumen sobre Verne de la revista Graphiclasics. De momento no he seguido leyendo el número, pero ha sido una impresionante coz en los bajos que, tras en brillante primer número, me encuentre esta desfachatez de entrada.
No es que el primer volumen no tenga sus errores, que los tiene, pero ocurren a partir de la mitad del número, y ciertamente son de bastante menor gravedad que lo que he visto en las primeras 21 páginas del segundo número. Entro ya en la lectura del mismo con el ánimo bastante bajo y soliviantado para dejar pasar deslices.
Pero vayamos con el artículo en sí, que está escrito por Emilio Pascual, que parece que no ha pasado de leer más allá de la biografía de Salabert, con los errores que contiene, que por cierto no eran tales cuando la escribió, por lo que no hay ninguna culpa en ella y sí en los que se basan en la obra para lanzar algunas tonterías.
La primera página del artículo (p 10 de la revista) que cito ya contiene dos errores bastante gordos. Si bien no se está seguro del encontronazo de Verne con Dumas y la conversación sobre las tortillas, de lo que sí se tiene amplio conocimiento es del hecho de que Verne no intentó escapar de niño en ningún barco, ni que su padre corriera a traerlo de vuelta, ni mucho menos que, tras una paliza, le hiciera prometer que solo viajaría con la imaginación.
No voy a poner ninguna referencia, tan solo hay que acercarse a cualquier medio medianamente serio para descubrir que todo el meollo de la “escapada” se reduce a que a Verne se le hundió el bote en el que iba paseando por el Loira y tuvo que esperar a que bajara la marea para volver a su casa desde el islote en el que había varado. Esa escena pasa a ser convertida en la fuga por su primera biógrafa, que mintió más que verdades dijo.
En la página 12 vuelve con las incorrecciones, citando cuatro de las obras que se sabe fueron mayormente re-escirtas por su hijo Michel: Los náufragos del Jonathan, El secreto de Wilhelm Storitz, La impresionante aventura de la misión Barsac y El Eterno Adan.
De esas obras se conocen las versiones originales de las dos primeras, y se cree que el Barsac fue escrito completamente por le hijo a partir de unas treinta páginas manuscritas. De la última obrita citada se cree que es íntegra de Michel, y así lo creo yo tras haberla leído en detalle y no ver ninguno de los temas habituales de Verne y sí los del hijo.
La página 15 habla largo y tendido de Los quinientos millones de la Begum, obra que fue comprada por Hetzel y reescrita por Verne, pero se desconoce qué partes fueron de nuestro autor y qué partes venían de origen, así que lo mejor sería omitir parte de esa novela bisagra entre etapas y tomarla con mucho cuidado y no, como hace Emilio Pascual, centrar el pensamiento de Verne en ella. Como ya he dicho, no sabemos qué ideas son de Verne y cuáles de Grousset.
Otro error menor, en la página 16 es citar Ante la bandera como precursora de la bomba atómica. Me gustaría que Emilio me citara los pasajes en los cuales se “precursa” dicha bomba, porque yo he leído la obra varias veces y no veo nada. Del misil o bomba teledirigida sí que veo algo, y de la lucha entre submarinos también, pero de lo otro no.
En la misma página siguen los despropósitos: vuelve a la Misión Barsac, que no es de Verne. Nada de lo que aparezca en esa obra puede asignarse al autor, a su pensamiento o a lo que sea: fue enteramente escrita por Michel, así que nasti de plasti.
Luego (p. 18) retoma los Náufragos del Jonathan, obra que he leído en ambas versiones, la original y la modificada por el hijo, y todas las citas de la misma corresponden a la segunda obra y que, precisamente, no están en la primera. Por no estar, ni está el borracho que puede tocar el violín cuando está en plena melopea.
La cosa sigue con El Eterno Adán, terminando con otro batiburrillo en base a El volcán de oro, aunque en este caso la fiebre del oro sí que está presente en la versión original y, para mi, es mucho mejor la del hijo que la del padre, igual que pasa con El Jonathan, pero eso no quiere decir que cuando se hable de Verne haya que citarlas.
Como resumen, el artículo me parece un gran sin sentido y no hace justicia al pensamiento del autor ya que el somero análisis de las obras recorridas no son del autor, sino mayormente de otro Jules, el Hetzel y otro Michel, su hijo.
Siento haber sido tan borde, pero uno ya se cansa de ver en letra impresa tanta tontería junta y tanto pseudo análisis que no sirve de nada y que, en mi caso, me ha puesto de mala leche, ha puesto en tela de juicio la seriedad de una publicación entera, y va a hacer que siga leyéndola sin el entusiasmo original con el que leí la primera parte.
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